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Según los postulados jungianos, todos estamos sometidos en algún momento de nuestra existencia al dominio de uno o varios patrones universales de conducta
Haga el siguiente ejercicio: busque una historia del cine o de la literatura que la identifique. Resúmala con sus palabras en una hoja y luego léala, en primera persona, como si fuera la protagonista. Repita la tarea, pero tomando la voz de los distintos personajes que intervienen en el relato. No se sorprenda si después de realizar este ejercicio aparentemente sencillo comienza a comprender cosas que le ocurren en la vida real. Talvez descubra que uno de esos personajes representa su propia vida. Quizá entienda que esa historia es, en realidad, la suya.
Esto es lo que en las terapias sicológicas de inspiración jungiana (por Carl Gustav Jung, el famoso siquiatra suizo discípulo de Freud) se denomina método de amplificación. A través de esta modalidad, el paciente expone su problema al terapeuta y éste busca algún mito o historia universal que lo represente. El objetivo es que la persona tome conciencia, identifique los arquetipos o personajes que interactúan en él y analice de qué manera les puede dar un vuelco. “La idea es liberarse del destino al que esemito nos somete”, explica el sicólogo y terapeuta de orientación jungiana Francisco Moreno Téllez.
C. G. Jung dedicó buena parte de su vida a comprender la relación entre los mitos y la psique humana (entendida como la suma del consciente más el inconsciente), y en sus estudios logró demostrar la tendencia de las personas a encarnar arquetipos (personajes) dentro demitos (historias) o creaciones espontáneas de la psique individual y colectiva.
Dentro de la cultura griega, uno de los mitos más conocidos es el de Edipo, popularizado por Sófocles, que cuenta cómo todo hombre tiende, cuando niño, a enamorarse de su madre y a distanciarse de su padre. “Son arquetipos de carácter universal que encontramos en todas las culturas y que forman parte de lo que Jung llamó el inconsciente colectivo o psique colectiva de la humanidad”, explica Moreno.
Otro conocido mito griego siempre vigente es el de Narciso, personaje trágico que, enamorado de su propia belleza, terminó ahogándose en las aguas que reflejaban su hermosura. También está el caso de Atlas, aquel titán condenado por Zeus a sostener el peso delmundo sobre sus espaldas. “¿Cuántos Narcisos hay que no puedenmirarmás allá de ellosmismos, incapaces de dejar su egocentrismo y vanidad?; ¿cuántas personas no se echan encima el peso de responsabilidades ajenas y viven agobiadas con esa carga como si se tratara de un castigo divino?”, se pregunta Moreno.
El especialista explica que losmitos bien asumidos nos confieren identidad comoindividuos y comosociedad, y de alguna manera configuran nuestro repertorio de experiencias, pero advierte que la clave está en reconocerlos para no convertirnos en sus víctimas, a través de dinámicas inconscientes. “Como sostenía Jung, cuando un arquetipo nos posee, deja de ser entretenido. Estos necesitan una historia omito para desenvolverse. Para que se prolongue la violencia al interior de una familia, por ejemplo, un padre violento necesita a una esposa sumisa, y esamujer podría estar dominada por Deméter, la diosa que es ante todomadre y protectora de sus hijos, aun a costa de ella misma”, ejemplifica Moreno.
Muchas diosas en cada mujerSon precisamente las diosas griegas las que a lo largo de la historia han representado los distintos tipos de femineidad. Sus rasgos tienen tanta vigencia, que los terapeutas jungianos recurren a ellas para analizar a sus pacientes. Es el caso de la analista Jean Shinoda Bolen, profesora de siquiatría en la Universidad de California. En su libro Las Diosas en cada Mujer, publicado a mediados de los 90, esta especialista profundizó en siete arquetipos femeninos inspirados en siete divinidades griegas.
En su obra, Shinoda postuló que cada mujer contiene a estas siete deidades, pero que por distintas circunstancias mantiene activas sólo a algunas. “Aunque unamujer se identifique con una diosa, puede potenciar a otra por su historia familiar, o porque la misma sociedad fomenta a algunas y estigmatiza a otras. Por otro lado, las etapas de maduración y crecimiento también tienen que ver con la activación de diferentes arquetipos”, sostiene Francisco Moreno.
Lo que hay que tener en cuenta, señala el especialista, es que cada uno de estos patrones está incompleto solo y que para crecer, una persona necesita a los demás. “No sólo es importante descubrir la diosa con la que internamente una mujer se identifique más, sino también ser capaz, mediante la terapia, de activarlas todas, incluso aquellas que están más reprimidas, para alcanzar la plenitud. Es todo un desafío para algunas mujeres sacar a la luz la Afrodita que lleva dentro. Eso involucra disolver la experiencia negativa respecto de un arquetipo. Si no me sano, no voy a poder recibir la sabiduría que cada arquetipo me puede dar”, apunta el especialista.
Estos personajes pueden llegar a tomar las riendas de nuestras vidas si no aprendemos a reconocerlos y a controlarlos
A continuación presentamos brevemente el perfil de las diosas caracterizadas por la jungiana Jean Shinoda Bolen, complementado con los aportes de Francisco Moreno. Cualquier parecido con la realidad es… ¿coincidencia?
Afrodita: amor y sexoSi en siglos pasados fue condenada como una prostituta, hoy es la más invocada. Busca desear y sentirse deseada. Afrodita no sólo es belleza. También tiene la capacidad de generar belleza. Todo lo que hace se ve inundado por la creatividad: desde los juegos con sus hijos, hasta el arte y la cocina. Toda mujer que se enamora saca a relucir su Afrodita. Se comprará ropa sexy y creará situaciones que rompan la rutina. Pese a todo, será una mujer incompleta si crece de otros arquetipos que la equilibren. En esencia, es impulsiva y tiende a ser promiscua e infiel. No piensa demasiado en el futuro y suele ser el blanco de las críticas de las mujeres Hera, envidiosas de su belleza y magnetismo. Le hace falta potenciar la fidelidad y el compromiso propios de Hera y necesita a Artemisa para caminar hacia objetivos concretos. De Atenea puede recibir una buena cuota de reflexión, y de Hestia, la siempre necesaria conexión con el alma.
Artemisa: IndependienteEs el arquetipo del espíritu femenino independiente, de la mujer que logra sus metas. No necesita a un hombre para sentirse completa. La sola insinuación le parece un insulto. Suele ser feminista y solidarizar con sus pares, emplazándolas a defender sus derechos. Es capaz de vivir, criar y llevar una casa sola. El dominio exacerbado de este arquetipo supone haber crecido en un hogar machista, que relega a las mujeres a las tareas domésticas, situación ante la cual se rebeló en algún momento. Talvez se cansó de ver cómo a sus hermanos hombres le servían la presa de pollo más grande y a ella le encargaban lavar los platos. Esta mujer teme a lo que representa su género. Por eso posterga su femineidad y suele olvidar su faceta seductora, considerando al macho un enemigo. Para alcanzar su plenitud debe abrirse a las emociones y aprender a amar.
Hestia: EspiritualSuele buscar la soledad para conectarse consigo misma. Es la diosa de la espiritualidad. Siempre sabia e intuitiva, capta la esencia de cada situación. Mira más allá de lo evidente. Disfruta de la soledad, de la meditación y de la conexión con su mundo interno. El problema es que así como tiene desarrollado el hemisferio derecho del cerebro, el izquierdo resulta en muchas ocasiones deficiente. Le cuesta manejarse en el mundo real, sobre todo en aspectos relacionados con el tema de las finanzas. Le hará bien invocar a Artemisa y fomentar sus habilidades comunicativas.
Hera: EsposaEs el arquetipo de la esposa, y también una suerte de “primera dama”, mujer de un hombre que ella misma promueve, para realizarse a través de él. Se siente incompleta sin pareja y sueña con el día en que reciba su argolla de compromiso. Una de sus virtudes es la fidelidad y el compromiso. Pero al exacerbar estas virtudes se convierte en una persona celosa y posesiva. Si la abandonan, quedará destrozada. Necesita potenciar a Afrodita para que la pasión no se esfume, y a Artemisa, para que le otorgue esa independencia más allá de un compañero.
Deméter: MadreGeneradora de amor, protección y sustento espiritual. Es aquella que de niña disfrutó jugando a la mamá o acogiendo a sus hermanitos o primos más pequeños. Generosa e inclinada a cuidar, escuchar y aconsejar. La madre Deméter alimenta y ama a sus hijos, pero también los sobreprotege con un fin inconscientemente egoísta: retrasar o impedir su crecimiento. Por esta razón, suele deprimirse cuando les ocurre algo malo o se independizan y se van del hogar. Esta mujer se posterga a sí misma y olvida que también necesita atención. Para ella es bueno recurrir a Hestia, que la hará conectarse con su alma y sentirse bien en soledad. Le convendría conectarse con la independencia de Artemisa y la vitalidad y juventud de Perséfone.
Perséfone: De la vulnerabilidad a la sabiduríaEs considerada una de las diosas más completas. Su valor lo consigue transitando de una primera etapa (vulnerable, sumisa, complaciente) a una segunda fase, en que toma contacto con su subconsciente y se transforma en la mujer que más se conoce a sí misma, adquiriendo la capacidad de guiar a otros en su propia comprensión. De niña probablemente fue dependiente de una madre dominante que impidió su crecimiento. En algún momento pasó por una depresión profunda y logró conectarse con su inconsciente, convirtiéndose en la heroína de su propio mito. Después de tocar fondo, emergió como una nueva mujer, conocedora de sus riquezas. En esta etapa sabia, es el arquetipo que domina a psicoterapeutas, videntes y psíquicas.
Atenea: EstrategaNació del cerebro de Zeus. Inteligencia y pragmatismo la definen. Es capaz de valerse de su astucia e intuición para resolver los conflictos y enfrentarse con fortaleza a los desafíos de la vida. Es perspicaz, realista y muy diplomática. Valora las alianzas como medio para lograr sus objetivos. Prefiere la compañía de los hombres y huye de los enredos emocionales y sexuales. Le atrae el poder. Por lo mismo, elige como futuros esposos a triunfadores, intelectuales y ambiciosos. Su problema es que separa acciones de sentimientos. La sabiduría y la intuición las emplea para los negocios y el trabajo, pero le cuesta conectarse con su yo interno. Su equilibrio lo puede lograr entregándose a los placeres como una Afrodita.