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La Cara Oculta es una coproducción hispano-colombiana que reúne en una historia repleta de celos y suspense a dos de los actores jóvenes más solicitados del panorama cinematográfico español: Quim Gutiérrez y Clara Lago
El argumento nos traslada a la vida de Adrián, un precoz talento de la dirección de orquestas al que ofrecen un puesto en la Filarmónica de Bogotá. Enamorado, decide trasladarse Colombia con Belén, su novia española, quien cuando empieza a dudar de su fidelidad desaparece sin dejar más testimonio que una grabación de video. Consternado por la pérdida, Adrián se refugia en su música y en Fabiana, una atractiva camera local a la que asaltan las preguntas sobre la desaparición de Belén.
Una vez sentados en nuestra butaca, nos encontramos ante un intento de thriller psicológico en el que el suspense es el auténtico protagonista. Predecible por momentos y con un desenlace menos oculto de lo que el título indica, la cinta no deja de ser por ello entretenida y de fácil visionado para el espectador.
Si algo salva al filme de ser uno más de sobremesa de sábado en televisión es su corrección técnica y el buen trabajo de director y elenco actoral. Un reparto de marcado acento patrio, con un Quim Gutiérrez que se aleja del atormentado y cómico personaje de 'Primos' para dar vida a un joven talentoso, enigmático y de carácter un tanto desconcertante durante la primera parte de la película y más creíble durante su desarrollo. Buena factura también la de Clara Lago, cuya interpretación es capaz de transmitir la inquietud y el desasosiego de su situación. A ella ya la vimos en 'El juego del ahorcado' y con 'La Cara oculta' confirma su buen desempeño, circunstancia que ya no es una sorpresa. Sí lo es la interpretación de Martina García, dulce, intrigante y celosa compulsiva al mismo tiempo, en un papel con el que se presenta en sociedad para un buen número de telespectadores españoles.
Policías de rostro rudo y formas desafiantes, una inquietante casa a las afueras de Bogotá, un clima desapacible, una atractiva violinista y un intuitivo perro son otros de los componentes que suman y hacen de este largometraje un producto de sencilla digestión, una buena opción para mantener tu mente desocupada un par de horas y, en el caso de algunos, sentirse ligeramente identificado en una intrahistoria a tres bandas donde los celos ostentan un papel principal.
Una opción amena, una historia sin pretensiones que nos acerca un poco más los nuevos talentos -de delante y detrás de las cámaras- del cine colombiano y consolida la savia nueva del cine español.