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El gobierno de Biden tomó medidas este mes contra 34 empresas chinas con estrechos vínculos con el Ejército Popular de Liberación (EPL)
El siglo XXI se llama el siglo de la tecnología de la información. (Ilustración de The Epoch Times)
Por: John Mac Ghlionn, Epoch Times
Los 12 institutos de investigación y las 22 empresas tecnológicas chinas en cuestión tienen historial de poseer armamento biotecnológico y de permitir abusos de los derechos humanos en Xinjiang. La administración de Biden, claramente preocupada por las amenazas planteadas, optó por imponer toda una serie de restricciones comerciales y de inversión a las citadas empresas tan cuestionadas.
Según la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, aunque “la investigación científica en biotecnología y la innovación médica puede salvar vidas”, el Partido Comunista Chino (PCCh) opta, en cambio, por “utilizar estas tecnologías para ejercer el control sobre su pueblo y la represión de los grupos étnicos y religiosos minoritarios. No podemos permitir que los productos básicos, las tecnologías y los programas informáticos estadounidenses que apoyan la ciencia médica y la innovación biotecnológica se desvíen hacia usos contrarios a la seguridad nacional de Estados Unidos”.
Lo más preocupante de todo es que muchos de los institutos y empresas tecnológicas mencionadas “utilizan procesos biotecnológicos para apoyar los usos militares chinos y los usuarios finales, para incluir el supuesto armamento de control cerebral”, añadió.
Hablar de armas de “control cerebral” puede sonar poco realista, incluso ridículo, pero no es así. Esta tecnología es real. En China, se dice, ya existe.
Hoy en día, la guerra tiene menos que ver con las botas en el lugar y más con la destreza tecnológica. En un futuro no muy lejano, a medida que la tecnología domine más el panorama, no solo hackearán las computadoras, también podrán hackear nuestras mentes. Hay muchas razones para creer que China, donde se encuentran algunos de los hackers más inteligentes del mundo, será quien haga la mayoría de los hackeos.
Por supuesto, China no es el único país que está explorando armamento de aspecto futurista. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, más conocida como DARPA, también está desarrollando máquinas que hacen volar la mente.
Desde hace varios años, DARPA trabaja en formas para leer la mente de los soldados. El objetivo final, según los autores de Live Science, son las armas controladas por el pensamiento, “como enjambres de drones que alguien envía a los cielos con un solo pensamiento o la capacidad de transmitir imágenes de un cerebro a otro”.
Mark Hunt, un experto en artes marciales mixtas de Nueva Zelanda, dijo una vez que la mente es el arma más poderosa que tenemos. Cuando pronunció estas palabras, suponemos que no se refería literalmente a las armas. Sin embargo, como se puede ver, el armamento de la mente humana se está convirtiendo rápidamente en una realidad, y el mundo está mal preparado para las amenazas que nos esperan.
Hackeando el cerebro humano
El pensador Ray Kurzweil imagina un futuro en el que los humanos se fusionan con las computadoras, la nanotecnología, la robótica y la inteligencia artificial. Es lo que él llama la Singularidad, el punto en el que máquinas y humanos forman un vínculo simbiótico. En 2045, según el inventor estadounidense, la Singularidad estará aquí.
Si te preguntas cómo será exactamente un mundo kurzweiliano, no busques más que Neuralink, una empresa fundada por Elon Musk allá por 2016. Según el sitio web de la empresa, Neuralink se ocupa en “diseñar el primer implante neuronal que le permitirá controlar un computador o un dispositivo móvil en cualquier lugar”. Los hilos a escala micrométrica se insertan en áreas del cerebro que controlan el movimiento. Cada hilo contiene muchos electrodos y se conecta a un implante, el Link”, un dispositivo sellado e implantado que “procesa, estimula y transmite señales neuronales”.
Para una persona con una parálisis, por ejemplo, este dispositivo podría ser un salvavidas. Sin embargo, sólo hay un problema, y muy importante. Este dispositivo puede ser hackeado. Y, como ya sabemos, todo lo que puede ser hackeado será pirateado.
Como advierte el Centro de Política de Seguridad de Ginebra, los dispositivos del tipo Neuralink abren la puerta (o la mente) a la amenaza del “hackeo cerebral malicioso”. Esto incluye “la posibilidad de cooptar interfaces cerebro-ordenador y otros dispositivos de ingeniería neuronal para acceder o manipular la información neuronal del cerebro de los usuarios”.
Y no sólo nuestras mentes serán vulnerables al hackeo; nuestros coches también estarán en peligro. En 2030, uno de cada diez vehículos será de conducción autónoma. Los vehículos autónomos, es importante señalar, pueden ser hackeados. ¿Sabes qué más puede hackearse? Tu casa. Más concretamente, los hogares inteligentes.
Para los no iniciados, los hogares inteligentes son lugares rebosantes de tecnología: piense en frigoríficos inteligentes, cámaras de CCTV, puertas de garaje, timbres parlantes, etc. Todos estos dispositivos pueden controlarse a distancia mediante aparatos como los smartphones, por ejemplo.
En 2019, la casa de una pareja de Milwaukee fue hackeada por intrusos desconocidos. Según la traumatizada pareja, los atacantes “reprodujeron música perturbadora desde el sistema de vídeo a alto volumen mientras hablaban con ellos a través de una cámara en la cocina, y también cambiaron la temperatura de la habitación a 90 grados Fahrenheit aprovechando el termostato”.
Dentro de tres años, según los autores de Digital Market Outlook, Estados Unidos tendrá más de 77 millones de hogares inteligentes. Si nuestras mentes, coches y hogares pueden ser hackeados, ¿dónde podremos encontrar refugio?
Aunque los debates en torno al futuro de la guerra, incluidas las armas de control mental, son de suma importancia, no hay que ignorar los debates en torno a nuestra propia existencia. Los campos de batalla del mañana estarán situados en nuestras mentes y en nuestros hogares. ¿Cómo podemos protegernos de las amenazas que nos esperan? Esta es una pregunta con muy pocas respuestas obvias.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la opinión de The Epoch Times.
John Mac Ghlionn es investigador y ensayista. Su trabajo ha sido publicado por periódicos como el New York Post, el Sydney Morning Herald, Newsweek, National Review, The Spectator US y otros respetables medios. También es especialista en temas psicosociales, con un gran interés en la disfunción social y la manipulación de los medios de comunicación.
Traducción: Lucía Aragón