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Crítica a nuestra sociedad, que no se condolece con las necesidades de los demás, mezquina y miserable, pero esta es mi sociedad
Las cosas grandes tienen su inicio en un sueño, en un pensamiento, si lo concibes en tu mente lo puedes crear, las invenciones y todo lo que actualmente nos rodea son elementos que estuvieron en la mente de alguien, por una necesidad que enfrentaba en ese momento, la mayoría de necesidades que afrontamos como seres humanos son de origen ego centrista.
Es muy escasa la ocasión en la que ese sueño o necesidad que sentimos, se enfoque en el bienestar de otras personas, por más desamparados que sean, pero no fue este el caso del padre Rafael García Herreros, el nos enseño la lección de vida más importante que podemos aprender como hombres y mujeres que somos y es el amor incondicional a nuestro prójimo.
Y es tan difícil hablar del bienestar de otro incluso concebir una mínima idea del tema, porque como personas no somos ni el 100% buenos y tampoco nunca el 100% malos, somos una mezcla inexacta de ambos factores, algunos son mas buenos que malos y viceversa, el corazón del padre Herreros fue tocado con ese algo mágico que lo impulso a hacer tanto por los demás.
Al principio “se le tildo de soñador e idealista”, pero seguramente las personas que así lo juzgaron, eran personas que ya venían con el alma muerta mucho antes de nacer, personas que no creen ni por un segundo que el mundo aun tiene la oportunidad de ser un lugar mejor, el padre Herreros no solo se enfoco en dar el pez, a quien no tenia que comer, también le enseño a este, alguien a pescar.
Y eso es más importante que recibir una moneda de cobre, que te ayude a sobrevivir el día a día, su compromiso siempre se vio marcado con los más pobres e indefensos y vaya que habían y siguen habiendo muchos, que necesitan de esta ayuda.
Siempre procuró conseguir apoyo, para acoger a todas estas personas bajo un techo y que en su humilde mesa nunca faltara el trozo de pan, para esto realizó eventos tales como el banquete del millón, pero los años le dieron una visión más amplia con la que sabría de un modo o de otro que su esperanza iba a seguir viva así él no estuviera.
Esta idea debió surgir en su pequeño espacio acordado en los canales nacionales de impacto, antes de las siete de la noche “el minuto de Dios” quien escucha estas pequeñas reflexiones sabe y tiene conciencia de que solo basta una pequeña meditación diaria para querer cambiar como persona y salir a dar a otros, siempre en nuestras mentes va a estar la frase final de “Dios mío en tus manos colocamos el día que ya paso y la noche que llega”.
Esta frase nos plantea claramente que no existe un mañana cierto, que no hay nada asegurado para nosotros en el mundo, que lo único seguro que tuvimos fue el día que vivimos y no sabemos si tendremos un mañana, de aquí debió surgir su entrega hacia los demás planteándose así mismo que lo que hacía hoy tal vez mañana no lo haría.
Pasamos por medio de la inmundicia citadina, con los ojos muertos, prefiriendo ignorar la miseria del mundo, para no tener que interferir ni hacer nada por nadie
Y pensando en ese futuro creo la Corporación Universitaria Minuto de Dios regida bajo lineamientos eudisticos con esto intenta dar continuidad a sus grandes obras, porque si ha de haber un futuro sano y pleno solo se va a lograr por medio de la educación, nuestro pensum nos muestra que no solo el conocimiento y el uso correcto de nuestras ideas son el camino seguro, para garantizar aptitudes en un profesional sea cual sea su vocación.
Cuántos de nosotros observamos a diario tantas injusticias en nuestras familias, en las calles, pequeños en compañía de sus madres humillados ante una moneda que les ayude a aliviar el hambre, cuántas veces hemos planteado en nuestra mente la pregunta de ¿En donde viven? ¿Cómo viven? y ¿Qué será de ellos sino pueden de algún modo lograr dignificar su calidad de vida?.
Pasamos por medio de la inmundicia citadina, con los ojos muertos, prefiriendo ignorar la miseria del mundo, para no tener que interferir ni hacer nada por nadie, porque eso nos cuesta, nos cuesta dinero, nos cuesta tiempo y nos cuesta amor que no tenemos, ni tan siquiera por nosotros mismos, muchísimo menos por un chiquillo extraño sucio y muerto de hambre tratando de solucionar su dilema temporal.
Nacimos con el alma muerta, con la generosidad en la imaginación, con los bolsillos llenos de ilusiones que nunca nos harán felices, porque no contamos con un prójimo para compartirlo servir a él y que este nos sirva o en palabras del padre “que nadie se quede sin servir”.
Y es tan bonito cuando haces algo por los demás, ese confort que se siente al ayudar a alguien que lo necesita no tiene precio, y realmente no se necesita ser dueño de condominios y tener cuentas bancarias en las islas Caimán, cuando se quiere ayudar solo se necesita de una buena disposición, a veces tenemos objetos represados en nuestro hogar con la excusa de que van a servir algún día y no nos damos cuenta de que el día, que pueden ser útiles llego y ese día es hoy, no para mi, si no para alguien que de verdad los necesita.
A veces compartimos tampoco y de mala manera, en ese caso es mejor no hacerlo cuando se da, se da con gracia, con alegría y con la voluntad de querer hacerlo, de lo contrario es mejor que ese objeto se pudra con nuestro negro sentimiento de mezquindad y avaricia, porque si bien es cierto que Colombia es un país que sueña despierto vive, lucha y sufre, también es cierto que debemos derrumbar el muro del individualismo para aprender a amarnos los unos a los otros, es posible que a lo largo de mi trayectoria, este terrible panorama cambie y seré muy feliz si yo me encuentro en este cambio en esta reconstrucción del mundo y de mi misma.
Para concluir estamos danzando constantemente en un mundo lleno de injusticias donde pequeños indefensos se duermen sin comer, donde ancianos trabajan hasta el cansancio por un plato de sopa, donde seguramente una madre cabeza de hogar lucha por tener a sus pequeños hijos lo mejor posible, está en mi y está en ti, querer hacer algo por el vecino, por ti mismo o por algo que dignifique la vida de otros y nuestra alma pase de estar muerta, a llenarse de vida nueva hacia un servicio a los demás.