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La desgracia de ser Gustavo Petro

11/04/2012 09:30 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Ya desde la campaña comenzó perdiendo. Parody y Peñalosa se encargaron de sembrar un manto de duda sobre su capacidad de gestión que no ha dejado de crecer y, al que cada tanto refuerzan desde cualquier tribuna.

imageLo que ha ocurrido tras su elección no es nada más que la lucha entre un sector amplio de la opinión que no reconoce en Petro ninguna capacidad de gobierno y otro más indulgente que reconoce que hay que darle un margen de maniobra. Y aun una tercera fuerza más radical e incluso tenebrosa: un grupo minoritario —pero organizado y eficiente— que busca minar con acciones extremistas cualquier signo de gobernabilidad del alcalde y del que podemos esperar en los siguientes meses acciones similares a las que se dieron contra Transmilenio.

Petro siempre ha tenido enemigos de estos dos tipos: de opinión y de acción, pero la posición desde la cual les hacía frente era muy distinta. Una cosa es defender un voto en el Congreso y otra muy distinta defender una visión de ciudad. Sin embargo, parecería que las estrategias con las que Petro se defiende no han evolucionado desde sus tiempos de legislador. Él sigue levantando su dedo inquisidor contra Robledo y la Organización Colombiana de Estudiantes (OCE), pero lo que los bogotanos esperan no es que los denuncie, sino que neutralice con hechos las debilidades que ellos le señalan.

Entrar en el juego de mutuas recriminaciones en el que ellos y muchos otros le hacen entrar, no le ha ayudado a Petro a generar confianza en la opinión pública, lo que a fin de cuentas termina afectando su capacidad misma de gobierno. Es cierto que gobierna con el grueso de la opinión en contra, pero también lo es que no ha hecho mucho en términos comunicativos para transformar esa opinión. Lo complicado es que no hay posibilidad de gobernar una ciudad sin la confianza de los gobernados y sin estrategias claras de comunicación de las políticas públicas, y es justo allí donde Petro peca: en razón de la dificultad de comunicar la complejidad misma de su visión de ciudad y por una personalidad cuyas cualidades parecen ir en contra del ejercicio de gobierno.

Hay una radical diferencia entre el modo en que Petro piensa y articula los problemas de la urbe y el de sus predecesores. Es, aunque suene extraño, acaso más filosófico que el de Mockus, pero carente del sentido "simbólico" de aquel. Petro tiene un proyecto filosófico de ciudad que antes definía ambiguamente como biopolítico, pero que ahora denomina "política del amor". Filosófico no quiere decir aquí que sea abstracto e irreal, sino que responde a unos principios de comprensión de la realidad que el alcalde no ha sabido traducir a la opinión pública.

Prueba de ello son las continuas burlas alrededor de su política del amor, pero también la enorme dificultad que tiene para el bogotano comprender la urgencia de sus propuestas de sostenibilidad ¿Cómo hacerle entender a un ciudadano que la seguridad está relacionada con el amor? Petro habla con un lenguaje que las personas del común no entienden, pero que ante cualquier grupo de intelectuales de izquierda europeo parecería transparente e incluso deseable.

La personalidad de Petro —combativa, soberbia, terca, sensible, curiosa y con un alto sentido de la dignidad, la fidelidad y la moral— acaso resulta un obstáculo para un ejercicio de gobierno comprensible y eficiente. Las cualidades de un buen legislador no son las mismas del buen gobernante. En variados círculos es frecuente escuchar a muchas personas aludir a Petro como un fiscal nato. Sus célebres presentaciones en el Congreso de la República no dejan duda alguna de su capacidad retórica y su refinada inteligencia. Pese a ello, habría que preguntarse si tales cualidades —en la rigurosa mezcla que define a Petro— son compatibles con el ejercicio de gobierno de una ciudad en la que la negociación es el principio rector de cualquier acción.

Es cierto que en el Congreso se negocia, pero no del mismo modo ni al mismo nivel con que se hace en una ciudad. En Bogotá los grupos de interés son más heterogéneos y variables de lo que cualquiera podría imaginar —del Concejo a los taxistas, de los indígenas a los estudiantes, de los recicladores al Gobierno Nacional, de los inversionistas a las madres comunitarias, etc.—; el espectro es amplísimo y, sobre todo, con demandas legítimas y una dignidad propia como interlocutor.

¿Está Petro dispuesto a negociar su visión de ciudad —esto es, su filosofía— con todos los grupos de interés? ¿Puede hacerlo? Y con negociar me refiero a si está dispuesto a ganar unas peleas, perder otras y, sobre todo, transformar sus principios y objetivos de gestión a través del diálogo. Hasta el momento hay escasos signos de que el alcalde desee hacerlo, pero la salida de Antonio Navarro del gabinete y las expectativas de todos los grupos de interés expresan una sentida urgencia de que se haga.

A Petro le ha dejado de ser útil ser Petro. Ya no hay un Uribe al que pueda invocar para alivianar las cargas. Y en cambio, cargar con la cruz de sí mismo le hace daño como alcalde. No estaría mal que atendiera un poco al poder transformador de las políticas del amor para empezar a experimentar con otros modos de afrontar los retos afectivos y de construcción de su personalidad política que Bogotá le exige. "Producir otros modos de deseo". Él, que ha leído con especial interés a Deleuze, podrá comprender a qué me refiero.

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El Espectador


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Patiobonitoaldia (1190 noticias)
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patiobonitoaldia.org
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