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Abastecerse por unas decenas de dólares o resignarse ante la imposibilidad de protegerse: las desigualdades entre la minoría rica de Haití y la gran mayoría pobre se exacerban ante la amenaza del potente huracán Matthew, que se espera que llegue al país el lunes.
"Estamos muy preocupados. Sobre todo queremos desinfectante, velas, fósforos, conservas y, principalmente, agua", cuenta a la AFP Patricia, una mujer de unos 40 años, ante la caja de un supermercado.
Su carrito está lleno de productos alimenticios y de primera necesidad, y paga con tarjeta bancaria su factura, de más de 50 dólares.
En Pétionville, un suburbio de la zona metropolitana de Puerto Príncipe, las tiendas están abiertas toda la jornada del domingo de manera excepcional para permitir a los clientes abastecerse a 24 horas de la llegada de Matthew, que está previsto que golpee Haití y Jamaica el lunes con fuertes vientos e importantes precipitaciones.
El temor a la carestía acabó con las existencias de los supermercados: a media jornada, los estantes para el pan, agua y pastas estaban casi vacíos.
"Se habla de tres días de amenaza y veo que algunos compran como si no fueran a tener acceso a absolutamente nada durante dos o tres semanas. ¡Es ridículo! Yo agarré solo lo estrictamente necesario", explica Roxane Ledan mostrando su carrito con solo un puñado de productos.
- Menos de 2, 42 dólares al día -
Pero para la gran mayoría de familias haitianas, incluso hacerse con unas mínimas reservas de comida es tarea imposible.
Con menos de 2, 42 dólares al día, más de 6 de los 10, 4 millones de haitianos viven bajo el umbral de la pobreza, según el último estudio del Banco Mundial.
Las agudas desigualdades económicas en Haití se perciben incluso en el acceso a la información: mientras los usuarios de teléfonos inteligentes se intercambian desde hace días las alertas meteorológicas y las consignas de emergencia, algunos habitantes aún ignoran la amenaza que les acecha.
"Una persona de aquí, del puerto, acaba de decirme que va a llegar un ciclón. No había oído nada sobre esto hasta ahora", reconoce Fritznel a mediodía del domingo.
A unos kilómetros de los arrasados supermercados, un marinero espera desamparado en su velero, amarrado en el muelle Jérémie, en la bahía de Puerto Príncipe.
"Yo vivo en Pestel [un pueblo costero, 280 km al oeste de la capital], y no sé qué voy a hacer, porque está prohibido salir a la mar, y además es demasiado peligroso", explicó.
"Llamé a mi familia para decirles que fueran a refugiarse en la iglesia que está al lado de mi casa, porque ésta no es muy resistente", relata el hombre quien, con solo unas monedas en el bolsillo, no sabe todavía dónde podrá refugiarse.
- "No están preparados" -
Muchas personas de la clase acomodada denuncian esta cruel brecha entre ciudadanos de un mismo país.
"No temo por mi, mis vidrios rotos o que mi casa acabe invadida por el agua. Tengo miedo, literalmente, por las personas sin recursos que viven en las costas. Esa gente va a morir", alerta Roxane Ledan. "Ellos no dependen de los supermercados para alimentarse. Tienen sus pequeñas parcelas en las que cultivan y sus animales. Pero todo eso va a quedar arrasado si no les previenen", se lamenta.
Las autoridades haitianas aseguran que hay campañas activas de sensibilización de la población en riesgo, pero en las redes sociales muchos internautas aseguran que aún no recibieron ninguno de esos mensajes de texto anunciados.
Esta falta de preparación es la primera fuente de preocupación de la comunidad humanitaria y varios responsables de organizaciones internacionales no pueden más que constatar esta debilidad estatal.
"El país siempre ha vivido ciclones y, sin embargo, todavía hoy no están preparados", lamenta un diplomático extranjero que también hace sus últimas compras en un supermercado.