Por: ANGEL ALIRIO MORENO MATEUS

No había visto la agitación del trapo rojo desde hace muchos años. Crecí entre ascendientes de los dos partidos. Por línea materna bisnieto de Gabriel Mateus Forero, cofundador del asentamiento conservador de Sabana Grande en el municipio de Sucre, líder comerciante que abastecía las tropas conservadoras de Chiquinquirá, Puente Nacional y Jesús María en la guerra de los mil días. Por línea paterna, hijo de quien tuviera que padecer junto con otros y en legítima defensa, izar la causa liberal, para evitar que Efraín González en contubernio de congresistas conservadores y sacerdotes de la época, arrasara a sangre y fuego familias enteras de esas mismas tierras. Por esa razón más, no gusto de las polarizaciones partidistas.

La agitación partidista sólo ha contribuido a engrandecer caudillos dictadores que posan de demócratas y se lucran con fingida transparencia del fervor que despierta la defensa de aparentes causas sociales, que no son más sino la excusa, para alimentar su propia vanidad y la de su entorno. Por tradición oral he sabido sobre el daño causado a la sociedad contemporánea por el pasado de violencia con el que el bipartidismo tiñó los suelos de azul y rojo y sembró de cruces manzanas enteras de nuestros iletrados pueblos. Por eso insisto, que no es bueno ni sano, agitar trapos, colores y pasiones.

El pluralismo político es el llamado a prosperar como garantía de la democracia y el derecho de participación política. El esquema planteado hace cuatro años por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, a través del cual se pretendía el fortalecimiento de los partidos y la reducción de los mismos para que fueran grandes en democracia, está siendo reformulado, en razón a nuestra endemia cultural que nos impide que quien se arrope de poder dentro de ellos, se comporte como  demócrata. El dedazo se ha impuesto por encima del pluralismo político y por eso se quiere retornar al esquema consignado en la carta de 1991, eliminando el umbral y flexibilizando los requisitos para la creación de nuevos partidos y movimientos. La última constituyente sucedió a la segunda “patria boba” luego del Frente Nacional. Esto lo sabe y lo entiende a la perfección el exgobernador Horacio Serpa.

A nombre de los partidos tradicionales se patrocinó la violencia

A nombre de los partidos tradicionales se patrocinó la violencia. En la tierra de la que hablo, se recuerda la manera en que el Robín Hood de la leyenda, ayudaba a Darío Marín Vanegas y sobre cierta ocasión en que Hernando Sorzano González y Cosme León Meneses le pidieron al Presidente Guillermo León Valencia una amnistía para Efraín y este lo único que ofreció fue sometimiento a la justicia. Los liberales entendieron que al régimen conservador le convenía la tarea de González de diezmar sus filas y  en consecuencia se armaron  y junto a Carlos Bernal hubo una respuesta violenta.     

Claro que en Santander, la agitación del trapo, de color y de pasiones, es mera estrategia electoral. Después de estas elecciones, por virtud del nuevo pluralismo acordado en la Mesa de Conversaciones, todos ya no serán liberales y sí en cambio, habrá resurgido el neo-serpismo, que cualquiera que sea el resultado, se mostrará, como la fuerza mayoritaria desde la Asamblea Departamental.