Por: ANGEL ALIRIO MORENO MATEUS

No resulta extraño que quien sale derrotado en una contienda electoral, se quede a ejercer legítima oposición como control político al vencedor. A propósito de ello, una carta que Carlos Ibáñez Muñoz, dirigió a Rodolfo Hernández Suárez esta semana, nos invita a reflexionar sobre lo que está sucediendo en Bucaramanga y lo que puede suceder.

Carlos Ibáñez Muñoz reapareció en la escena política, para recordarle al Alcalde de Bucaramanga la vieja amistad que tienen desde hace más de 25 años y para refrescarle la memoria sobre lo importante que fue en su campaña cuando fue elegido Alcalde de la ciudad; lo califica de baluarte importante en ese momento y a renglón seguido ofrece a su administración, “que acoja su Programa de Gobierno serio, bien estructurado, financieramente realizable, construido con los actores sociales, políticos y gremiales de la ciudad”; propuesta que a simple vista, refleja un acto de amistad y de muy buena voluntad para con el gobierno del ingeniero Hernández, que bastante ha ido de tumbo en tumbo.  Sin embargo, a escasos párrafos de su misiva, Ibáñez Muñoz le dice a Rodolfo Hernández que “la campaña política ya concluyó y –que- su vocabulario demagógico debe ser proscrito de la gobernanza, de lo contrario seguiremos navegando en un mar de babas e improperios que no conducen a nada”.

La metonimia de componer y fundir a Carlos Ibáñez Muñoz y a Luis Francisco Bohórquez, en “Lucho Ibáñez

Lo que no dejó claro Ibáñez en su carta, es quien de la administración municipal es el responsable de los improperios y quien, el que coloca las babas. Interpreto por lo que he visto y por la forma en que Rodolfo ata al autor de la carta con la anterior administración refiriéndose a “Lucho Ibáñez” es a él, a quien imputa tales improperios. Y las babas, tal vez quiera hacer referencia, al que dice ser y no es “Jefe de Gobernanza” el mismo muchacho que por no tener, ni los títulos que dice, ni la experiencia requerida, tuvo que posesionarse en un cargo que no le permite mandar sobre el gabinete.

La construcción de una especie de metonimia de la corrupción, que ha hecho Hernández Suárez, al componer y fundir a Carlos Ibáñez Muñoz y a Luis Francisco Bohórquez, en “Lucho Ibáñez” no sólo debe leerse desde lo acontecido en la campaña reciente, sino, por información del mismo Ibáñez, desde lo que viene sucediendo en Bucaramanga hace 25 años, época desde cuando el actual alcalde, ha venido soñado con varias obras que le significarían un mejoramiento patrimonial individual importantísimo. Hace 25 años Rodolfo Hernández adquirió un lote de terreno de 55 mil metros en los cerros orientales de Bucaramanga por un valor irrisorio, lote que dicen, siempre ha tenido la intención de vendérselo al municipio. Hoy que es alcalde, quiere intervenir los cerros orientales y concretar el negocio, estableciendo allí unos de sus caprichos, un parque que tendríamos que pagárselo recibiéndole el lote como anticipo del pago de sus impuestos. Esta no es ninguna babosada, es un verdadero hecho, ilógico, antiético y antiestético, además de tumbe.