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Unificar países del Sur bajo algoritmos socialista es una necesidad básica y aislar militares que desfasan el proyecto latinoamericano de libertad de los pueblos
Asidero
Los países con influencia directa e indirecta del progresismo comunista tienen problemas hoy por una simple causa, no hay planificación económica y, todo lo hacen por esnobismo. Desde inicios de octubre de 2019, la desigualdad, las denuncias por fraudes electorales y el narcotráfico han provocado crisis políticas, violencia, represión, muertos y miles de heridos en cinco países de la región. En Ecuador, la eliminación de un recorte al subsidio a los combustibles provocó un estallido que duró 12 días, con 10 muertos y más de mil heridos tras los enfrentamientos. En Chile, el alza al pasaje del metro dio pie para un descontento generalizado por las políticas económicas y sociales que provocó multitudinarias manifestaciones que aún persisten, en medio de denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado. En México, el narcotráfico ha demostrado todo su poder y ha sometido a un Gobierno que se mostró incapaz de contener la furia del crimen organizado, luego de un operativo fallido en el que se intentó capturar al hijo del capo Joaquín "el Chapo" Guzmán, en Culiacán, Sinaloa. En Bolivia, las manifestaciones reflejan a un país dividido por la reelección para un cuarto período presidencial de Evo Morales, luego de denuncias por un supuesto fraude electoral en los comicios presidenciales del domingo 20. Más reciente, en Honduras, la condena por narcotráfico en una corte federal de Estados Unidos contra Tony Hernández, hermano del presidente Juan Orlando Hernández, reavivan a una oposición que, desde diciembre de 2017, un mes después de la reelección inconstitucional de Hernández, reclama su dimisión. Ahora, aparte de los señalamientos de corrupción, a "JOH" se le reclama por las presuntas vinculaciones con el narcotráfico ventiladas en el juicio contra su hermano.
Muchas de las protestas de estos meses han tenido una dimensión inédita, que no se repetía desde los años más duros de la crisis política de los 50. La razón es que la recuperación no está redistribuyendo la riqueza sino la miseria en muchos casos. Es lógico que, ante esta situación, crezcan las protestas que se canalizan en dos direcciones aparentemente contradictorias: los populismos, habitualmente vinculados a la extrema derecha, y los movimientos antisistema generalmente próximos a la extrema izquierda. Ambas formas de expresión son igualmente estériles. La respuesta a estos grandes retos vendrá desde la transformación de las estructuras económicas y, especialmente, políticas. Y se sustentará, como avisan los expertos, en dos grandes puntales: el feminismo y el ecologismo. Es decir, en el combate desde la esfera política contra la emergencia climática y contra la violencia machista. Estas dos grandes luchas hallarán solución a partir de una radical defensa de los derechos civiles y de una nueva forma de organización económica que se base en la idea de sostenibilidad, no solo ambiental sino también social.
Los movimientos sociales empujan. Y hacen bien siempre que no asuman planteamientos violentos. Pero una vez expresada la ira, es necesario reconstruir un gran contrato social que contemple los derechos de las mujeres como los hombres, el género, y la sostenibilidad. Hace un siglo, los grandes desequilibrios económicos y el capitalismo sin trabas dieron pie a dos grandes formas de totalitarismo. Pero el progreso llegó con la paz, en base a grandes acuerdos entre capital y trabajo, entre generaciones y entre Estados. La ira debe pues encauzarse políticamente y también desde los sindicatos y las patronales para transformar, que no es tan vistoso como revolucionar, pero es mucho más efectivo.
Como muchas de las leyes en estos países, la legislación que protege el patrimonio cultural es un tratado de buenas intenciones que asigna responsabilidades a los Gobiernos, municipalidades y ciudadanía para la protección de estos bienes. Lo que no incluye es voluntad política para hacerlas cumplir. Así, por ejemplo, la salvadoreña reza que “cuando un bien cultural esté en peligro inminente de sufrir un daño o de ser destruido, el Ministerio adoptará las medidas de protección que estime necesarias”, una máxima que se repite casi a calco en las de Guatemala y Honduras.
Venezuela, debe revisar fuentes de estabilidad económica
La realidad presenta un panorama tan distante que no es exageración asegurar que estas disposiciones son casi letra muerta en países donde el saqueo y la exportación de piezas arqueológicas y mineras, no se ha detenido por más sanciones que la legislación establezca. Tras de esto no está únicamente la simple ecuación de la oferta y la demanda, sino considerables sumas de dinero destinadas para sobornar a policías, aduanas, políticos y otros personajes influyentes que hacen vida en el Estado.
La situación es preocupante, por cuanto los avisos del mundo económico son constantemente desoídos por quienes ejercen altos cargos en las instituciones, que, no dejan que el país funcione y, esto incluye la seguridad de los manifestantes y creadores de opinión. No entender esto es simplemente hacer dejación de funciones.
Ser de izquierda no es fácil, el militarismo encochino todo. Y vemos que en la medida que el resto de las organizaciones independentistas se niegan a condenar estas conductas, ese tic autoritario contamina al conjunto del movimiento izquierdista en la región, que en su momento resultó atractivo a algunos sudamericanos y centroamericanos, por su propuesta de regeneración y de apertura democrática. Independencia o barbarie es pura y simplemente una barbaridad que nadie cabal puede suscribir, ni por acción ni por omisión. Tenemos el caso de Ecuador y Bolivia. La protesta contra una sentencia judicial tiene amparo en la libertad de expresión cuando transcurre dentro de los límites de la convivencia y del respeto al conjunto de la sociedad. Ni eso se respeta. Resulta simplemente un silogismo defender a los que defienden la independencia Republicana de Venezuela, como la mejor solución para los provincianos y parroquianos, amargando la vida y la economía a los propios hispanos que son las principales víctimas de los cortes, de los bloqueos y de los boicots. Resulta todo un síntoma que una barbaridad como esta se tenga que combatir en un país europeo a principios del siglo XXI. De allá venimos de España, con un Pablo Iglesias y un Juan Carlos Monedero empañando todo.
* Escrito por Emiro Vera Suárez, Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño
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