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Los máximos dirigentes del Partido Comunista de China (PCC), el más grande del mundo, con 88 millones de afiliados, iniciaron este lunes en Pekín la reunión anual, que debe en principio reforzar el poder del presidente Xi Jinping.
El comité central del partido, integrado por unos 400 dirigentes, reunido a puerta cerrada en un hotel de Pekín fuertemente custodiado, debatirá durante cuatro días sobre la gestión del país más poblado del planeta.
El año pasado, tras esta reunión, se había anunciado por ejemplo el fin de la política del hijo único y la autorización para que todas las parejas pudieran tener dos hijos.
Este año, la sesión se enfocará en "la disciplina en el seno del partido", es decir, la lucha contra la corrupción, según la agencia oficial Xinhua (China Nueva).
Aunque en los pasillos también habrá una batalla feroz por el control de la segunda economía mundial.
Desde su llegada al poder, a finales del 2012, el secretario general del PCC, Xi Jinping, también presidente de la República, amplió su control sobre el partido. Es el dirigente comunista que controla más ámbitos de poder desde Mao Zedong, fundador de la República Popular China en 1949.
Su campaña anticorrupción dinamitó antiguos bastiones considerados intocables, como el del antiguo responsable de los servicios de seguridad, Zhou Yongkang, y paralizó a dirigentes de grados inferiores.
Desde 2013, más de un millón de miembros del Partido han sido sancionados por corrupción, indicó este fin de semana la comisión central de disciplina del PCC.
Los intentos de reformas de las empresas estatales, que controlan partes enteras de la economía pero son poco rentables, son resistidos por los dirigentes que intentan preservar sus intereses.
"Estas reformas no dieron ningún resultado en estos últimos tres años", analiza el experto en política china en la universidad de Harvard Anthony Saich.
"Evidentemente, Xi percibe el Partido como el único vector que podría hacer progresar las reformas. No confía ni en la sociedad ni en el Estado", agrega.
En el plenario, "habrá maniobras tanto entre quienes apoyan a Xi como entre quienes se sienten amenazados por la campaña anticorrupción y las eventuales nuevas reformas en el sector público", anticipa Saich.
Xi Jinping "es muy ambicioso en su toma de poder", cuenta Willy Lam, de la universidad china de Hong Kong. Ya se establecieron varias medidas para asegurar que los dirigentes del PCC sigan con esa línea, en particular la prohibición de formular "críticas infundadas", explica.
"Sólo una persona en el seno del partido tiene el derecho de definir cuáles son las reglas políticas: Xi Jinping", destaca.
El plenario es la ocasión para Xi de "reforzar su postura de jefe y la base de su poder", precisa Mao Shoulong, de la universidad del Pueblo de Pekín.
La lucha anticorrupción obtuvo "avances" en sectores otras veces intocables, explica.
Pero su eficacia tiene el efecto perverso de fragilizar el PCC, según un editorial publicado la semana pasada en la revista importante del Partido, Qiushi ('Buscar la verdad').
La campaña permitió castigar a cientos de miles de miembros, pero también "muestra la amplitud y la gravedad de la corrupción en el seno del Partido", lo que "debilita gravemente los cimientos del régimen y la capacidad de gobernar del PCC", reconoce el editorial.
Para sus detractores, la lucha anticorrupción sirve como herramienta política en la batalla entre facciones rivales en el seno del Partido. Y sin reformas de fondo, la corrupción persistirá.
Hu Xingdou, del Instituto de Tecnología de Pekín, espera que del plenario salgan nuevas reglas que fuercen a los miembros del PCC a una mayor transparencia. "Hay normas que ya se habían anunciado, pero no se ha aplicado ninguna", lamenta.
"Espero que esta vez adopten la obligación de publicar el patrimonio de los dirigentes", señala Hu. "Sólo así podrán ganarse el respeto de la nación", asegura.