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Para Rodolfo Ruiz
Como dice un entrañable amigo, como buenos colombianos confundimos las heces fecales con la pomada, y ello ha quedado enormemente demostrado con la tendencia del debate público a dar más importancia a que el actuar de las llamadas BACRIM coincide con el de los “ paras” de ayer, que al hecho de la gravedad de ambos fenómeno mismo en sí, siendo posiblemente la culpable de dicha situación, la posición de nuestro querido gobierno nacional de que ( valga la redundancia) sus víctimas no sean cobijadas por los beneficios de la futura Ley de Victimas, la cual, dicho sea de paso, es verdaderamente aberrante para un país que se precie de ser un Estado Social de Derecho.
Sin embargo, lo verdaderamente importante, independientemente del hecho de que las BACRIM sean o no sea los “ paras” de ayer, es definir a quien o quienes beneficia la Absurda Violencia así con mayúsculas, que ha sido desatada tanto por unos como por otros, y la cual ha convertido ( o convirtió, la conjugación de éste verbo esta como jodona) a ambos fenómenos en verdaderas multinacionales del delito, con presencia en prácticamente todas las actividades económicas (incluyendo la política) de nuestro país.
Así las cosas, combatir a las llamadas BACRIM, debe ir mucho más allá de una simple estrategia de administración de justicia acompañada de una estrategia militar y trascender a un férreo control económico que debe ir de las cúpulas a las bases y no a la inversa.
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