Años atrás en las calles del barrio La Floresta no se escuchaban las risas de los niños jugando, pues sólo habitaban adultos jubilados en casas grandes y silenciosas, donde esperaban la llegada del fin de semana y con ella la visita de sus nietos e hijos.

Hoy, unos años después, el parque de La Floresta se llena cada tarde de nuevas generaciones que llegaron para llenar de alegría las calles de este barrio en el que ahora, se levantan grandes e imponentes edificios al lado de aquellas silenciosas y grandes casas.

Con sus abuelos, padres o primos, grupos de niños se dan cita cada tarde en el parque para volver a esos juegos tradicionales que quizá muchos ya han olvidado.

Y es así como, el mismo barrio que algún día fue habitado sólo por adultos jubilados, es en el que hoy se escriben nuevas y coloridas historias entre columpios, sube y baja, y lisaderos.