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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, soportó pacientemente diatribas e interrupciones durante la Cumbre de las Américas este fin de semana, en un esfuerzo por ganarse a los líderes latinoamericanos irritados por las políticas de Washington.
Pero fracasó.
Por el contrario, Estados Unidos salió de la cumbre en Colombia aún más aislado, luego de que casi 30 jefes de Estado de la región se negaron a firmar una declaración conjunta por la continua exclusión de Cuba del evento.
La extraña muestra de unidad subraya la menor influencia de Washington en una región que se ha vuelto menos dependiente del comercio y las inversiones de Estados Unidos gracias a unas tasas de crecimiento económico que son la envidia del mundo desarrollado y a nuevas oportunidades con China.
También apunta a un mayor debilitamiento del ya tenso sistema de diplomacia hemisférico, construido en torno a la Organización de Estados Americanos (OEA), que está luchando por no perder relevancia en medio de un período de rápidos cambios para sus miembros.
Considerada como un instrumento de la política estadounidense en América Latina durante la Guerra Fría, la OEA ha perdido terreno en una región que ya no se conforma con ser el patio trasero de Estados Unidos.
‘Parece que Estados Unidos todavía quiere aislarnos del mundo, piensa que va a seguir manipulando a Latinoamérica, (pero) eso va terminando. Yo siento que es una rebelión de países de América Latina frente a Estados Unidos’, dijo el presidente de Bolivia, Evo Morales, feroz crítico de las políticas de Washington y aliado del presidente venezolano Hugo Chávez.
NUEVA UNIDAD
Para ser justos con Obama, el resultado tuvo poco que ver con su conducta o con la de los agentes del servicio secreto, cuyo indiscreto encuentro con prostitutas en la ciudad costera de Cartagena opacó gran parte del evento.
De hecho, el mandatario fue elogiado por varios presidentes por escuchar amablemente a los líderes políticos, ayudando a suavizar la percepción de que los funcionarios estadounidenses son arrogantes y dominantes.
‘Creo que es la primera vez que un presidente de los Estados Unidos permanece prácticamente todo el tiempo en la cumbre sentado escuchando todos los planteamientos de todos los países (…) esto fue un gesto muy valioso del Presidente Obama’, reconoció el presidente mexicano, Felipe Calderón.
Pero el sobrio encanto de Obama no logró ocultar las crecientes diferencias con la región.
Ante una dura carrera por la reelección este año, Obama no tuvo margen para ceder en el tema del embargo de cinco décadas sobre Cuba, que tiene un amplio apoyo de los conservadores de Estados Unidos, sobre todo de la comunidad de exiliados anticastristas en Florida, un estado clave para la elección.
La insistencia de Estados Unidos en que La Habana adopte reformas democráticas antes de regresar a la familia del hemisferio llevó a un choque con un frente unido de Gobiernos de izquierda y de derecha que ven la política de Washington en Cuba como un resabio de la Guerra Fría.
El resultado inesperado fue una victoria diplomática para la isla comunista.
La nueva unidad regional en torno a Cuba podría presagiar una creciente voluntad en todo el espectro político para desafiar al Departamento de Estado estadounidense en temas sensibles que fueron tabú durante años.
Uno de ellos es la propuesta de que Estados Unidos asuma una mayor responsabilidad en la reducción del consumo de drogas ilegales como alternativa a la sangrienta guerra contra el narcotráfico y su creciente número de víctimas en América Latina.
‘Del llamado consenso de Washington, el proyecto neoliberal que se nos quiso imponer, a un naciente consenso sin Washington para la unión de América Latina’, dijo el canciller venezolano Nicolás Maduro en referencia a las políticas económicas ortodoxas impuestas por Washington en la década de 1990.
NUEVA DEMOCRACIA, NUEVA ECONOMIA
El fuerte contraste por Cuba -con 32 naciones a favor de invitarla a las futuras cumbres y sólo Estados Unidos y Canadá en contra- avivará la percepción de que la OEA es una institución anacrónica para la diplomacia regional.
El organismo ya enfrenta competencia de foros alternativos como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), apoyada por Chávez.
A pesar de los nuevos vientos que soplan en la diplomacia regional, la economía es tan impulsora de los cambios como la política.
Previamente considerado como un bloque monolítico de economías perdidas dependientes del apoyo de Estados Unidos, hoy los países latinoamericanos son codiciados destinos de inversiones con sofisticados sistemas financieros que han innovado en áreas desde la energía hasta la aviación.
Las compañías chinas ansiosas por bombear petróleo, cosechar soja y construir una necesitada infraestructura los están inundando con ofertas de inversiones y financiamiento.
Con la economía estadounidense luchando por mantenerse a flote y los presupuestos de ayuda extranjera menguando, Washington tiene menos palos para blandir y menos zanahorias para ofrecer.
‘Esta cumbre fue un recordatorio, un llamado de atención, de que la forma tradicional de hacer negocios con la región se está erosionando’, dijo Geoff Thale, director de programas de la Oficina de Washington para América Latina.