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Un año después del paso del supertifón Haiyan, que sembró muerte y destrucción en Filipinas, los sobrevivientes afluían este sábado por decenas para intentar encontrar a sus muertos en las fosas comunes, donde fueron inhumados de manera caótica.
"Extraño terriblemente a mis hijos (...) Tú me haces falta, hijo mío, te quiero tanto", declara en los alrededores de la gran ciudad siniestrada de Tacloban una mujer de 41 años, Josephine Crisóstomo, quien perdió a sus tres hijos en la fuerte tempestad.
"Estoy tan sola, ceno y me acuesto temprano porque no soporto la soledad de la noche", confía Lillia Olajay, de 77 años, quien perdió entonces a su hija adoptiva y a su nieto.
La catástrofe ocurrida el 8 de noviembre de 2013 provocó más de 7.350 muertos. Formado en pleno océano Pacífico, el tifón Haiyan devastó las islas centrales del archipiélago filipino, registrándose los mayores vientos y olas gigantes de que se tuviera memoria en el litoral azotado.
Unos 14 millones de personas, o sea, alrededor del 15% de la población nacional, viven en la zona siniestrada, una región eminentemente agrícola y de pesca, y también una de las más pobres del país.
El esfuerzo de reconstrucción comienza a dar sus frutos, a pesar de que millones de sobrevivientes aún no cuentan con un techo y medios de subsistencia.
Desfigurada, Tacloban, la gran ciudad-puerto de la región, se parece hoy en día a cualquier otra aglomeración filipina, con sus atascos de tráfico, mercados en plena efervescencia, centros comerciales repletos de público y colas de espera a la entrada de los 'fast-food'.
En la campaña, los verdes arrozales testimonian la siembra intensiva que ha permitido a millones de personas sobrevivir, mientras que las ONG nacionales e internacionales han financiado miles de nuevas viviendas para los damnificados.
"Si esto hubiera ocurrido en otros países de la región, la recuperación no hubiera sido tan rápida", explica Peter Agnew, un alto responsable de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Pero, se necesitarán años para relanzar la economía local después de que las plantaciones de cocoteros y los puertos de pesca -los principales sectores de actividad económica y fuentes de empleo- fueran devastados.
El ingreso medio de un hogar en la región afectada era el 25% inferior a la media nacional antes del paso del tifón, según cifras oficiales brindadas por el gobierno. Esa diferencia ha aumentado de manera peligrosa desde entonces.