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“Mi alma alaba al Señor, Dios es mi Pastor, Nada me faltará”…
Después de enviar a Globedia la crónica “La Luz de los Arcángeles”, considero oportuno presentarles este escrito que culmina uno de mis pequeños libros “Los Caminos de la Luz”. Fue escrito en la Ciudad de Maracay (Venezuela), a finales del siglo pasado. Dios permita que casi un cuarto de siglo después, recibamos de los Arcángeles y angeles su ayuda, no solo para clarificar nuestras vidas, sino para mejorar nuestras acciones, lograr liberarnos de una dictadura que nos presiona por un tiempo semejante, volver a vivir en paz, en una Venezuela democrática, próspera y tranquila, y podamos ignorar el cuarto de siglo de atraso, de empobrecimiento, de enfermedades y de oscurantismo.
Luchemos por la paz y la libertad y así, lograremos inundarnos de Luz. En la casa del Maestro Hildebrando Bastidas, en la casa donde van los discípulos de todas las edades; pero que al llegar a ella y entrar al Laboratorio de la Meditación, sienten una transformación, considerando ésta como un proceso donde el ser humano logra establecer contacto con el Ser Divino, los discípulos van sintiendo el relax de sus cuerpos, la armonía de todo el cuerpo físico, sienten el corazón, que juega como un niño, el alma que busca sentir…, sentir una sola presencia, su espíritu que sube y se purifica hasta hacer constatación con su Yo Superior, con su Dios, con nuestro Dios, con mi Dios… En el caso de mi experiencia, como siempre, los colores se fusionaban, desde el Este, donde está ubicado uno de los Olivares del Señor, van esos colores conformando capas brillantes e iridiscentes que al igual que bajaban por la colina donde está ubicada la casa, así subían por las montañas que nos limitan al Norte.
Este hermoso sitio, ubicado en una zona estratégica exponencial de la naturaleza, constituye el segundo templo de un maestro que hace 7 meses empecé a conocer, el primer templo de este maestro, está ubicado a nivel urbano, en la zona exponencial de todas las religiones, como lo comenta en sus conversaciones el asistente del Maestro Hildebrando. En este segundo templo, cuya estructura está abierta al Sol, al Aire y al Viento en el día, al rocío del cielo en un amanecer costero – campestre, y abierto al baño de la luna por las noches, donde nos sentimos cubiertos, protegidos e iluminados a la vez por los luceros y estrellas que nos contemplan en el firmamento, que están muy lejos, a años luz; pero que sentimos muy cerca, porque nuestra luz está naciendo, está fluyendo, está flameando, avivada, esa luz estimulada por nuestras oraciones y trabajo espiritual, que fluidamente va lentamente, suavemente, avanzando, si le damos una connotación orientadora como un proceso de evolución que se manifiesta después de muchas pruebas y ensayos de nuestras vidas, donde sufrimos los desalientos del método del ensayo y error, pero continuamos estudiando, trabajando, hacemos pasantías intensivas donde la práctica tiene que manifestarse en obras de bien y la Teoría se vuelve reflexión, Oración, hasta llegar a la Meditación.
Mi Meditación, en el Laboratorio del Maestro, culminó con el privilegio de sentir cómo se manifiestan las deidades celestiales, pero como un privilegio sin egos, sino de agradecimiento al sentir y ver la Virgen inmensa y radiante en el portal de la casa, sentir la presencia del Dayla Lama Ching, en el parquecito que quedaba al frente, como un supervisor celestial para comprobar que su asistente y sus discípulos, estaban entregados en su laboratorio, a transmutar todas sus energías en una alquimia de amor…
El Dayla Lama Ching, estaba acompañado por dos hermosos ángeles custodios, resplandecientes, con una vestimenta de color azul intenso, como la voluntad y la lucha del grupo que meditaba, la vestimenta se completaba con el blanco y alas tornasoladas, bordeados de especie de tules sutiles y vaporosos de colores sedantes del alma, que mi poco vocabulario referido al área del color, no me permite describir a la perfección.
La Virgen subió y se manifestó en el ventanal, se veía en un retablo inmenso, donde paulatinamente de la Virgen primera la Inmaculada Virgen María Madre de Jesús, se iban haciendo presentes como en alto relieve otras vírgenes: La Coromoto, la Virgen del rosario, muchas Santas…
De repente sentí…, que un ángel de los que estaban custodiando desde el parque, subió hacia nosotros, entró por la ventana con una pequeña alma de la mano, el Ángel tocó las cortinas de luz tejidas por la luna y se detuvo al lado de la Virgen, por el camino de subida a la colina, subían las ánimas cubiertas de mantos blancos. Yo sentí que la pequeña que subió con el ángel, se acercaba al altar donde momentos antes habíamos colocado nuestras cruces y caminos de luz, ese pequeño espíritu llevaba como una especie de bufanda color rosa y se dirigía al camino rosado de nuestro hermano Pedro. Yo sentí que era una niña que veía los caminos de luz como dulces celestiales de colores y el camino rosado era la torta de cumpleaños, el regalo de celebración, no sentí nada triste ni pesaroso tratándose de las ánimas, sino un estado tranquilo y sereno de paz, mucha paz…
Vuelve mi conciencia al hermoso ángel que había entrado con una tarea, éste se dirige y se coloca delante de la hermana Carmen Julia. Las vestiduras del ángel se movían y cubrían al pequeño niño que dormía a nuestras espaldas tocaba de alguna manera a la hermana Edilia, yo quería que el ángel me tocara, pero no lo hizo, solo quería que lo contemplara, yo sentí, muy dentro, que entre las misiones de este grupo, hay una tarea relacionada con nuestra hermana Carmen Julia y su familia, que se relaciona con niños y con personas mayores. Seguí en estado de conciencia, yo sentía, que debo continuar en este laboratorio del Maestro, en Meditación. Sentí la oración que rezaba el hermano Hildebrando muy dentro de mí.
Yo sentí; mi alma alaba al Señor, mi corazón llama al Señor, mi espíritu busca y encuentra al Señor…
Oía la oración suavemente, lentamente, fluidamente…
“Mi alma alaba al Señor
Dios es mi Pastor
Nada me faltará”…
Y se repitió como un mantra:
“Mi alma alaba al Señor
Dios es mi Pastor
Nada me faltará”…