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El gasto total en educación se mantuvo estable en 8% del PIB en 2002-2010, aunque su componente público se elevó ligeramente del 4.3% al 5% del PIB. A nivel nacional, la tasa de cobertura neta en educación primaria disminuyó del 89.9% al 89.7% durante dicho período, la secundaria aumentó del 57.1% a 70%, pero la de educación superior sólo pasó del 24.7% a 37.2%. Más aún, la cobertura neta en educación pre-escolar tan sólo alcanzaba niveles del 61.8% en el 2010, señalando que aún a nivel de cobertura se tienen todavía grandes desafíos (ver Comentario Económico del Día 23 de agosto de 2011).
A nivel micro, la cobertura universal garantiza mejor calidad de vida, pues un año adicional de escolarización incrementa los ingresos de una persona hasta en un 10%/año (Unesco, 2010). Pero a nivel agregado, aunque los años de escolaridad están correlacionados positivamente con la productividad total de la economía, la calidad de la educación es la que realmente determina el potencial de crecimiento de un país (Informe Nacional de Competitividad 2011-2012).
En términos de calidad educativa nos encontramos bastante atrasados. En las pruebas Pisa de 2009, Colombia ocupó el puesto 52 en comprensión de lectura (entre 65 países), el 54 en ciencias y el 58 en matemáticas (ver Comentario Económico del Día 9 de marzo de 2011). Estos resultados mostraron que un 47.1% de los estudiantes de 15 años tiene deficiencias en las habilidades básicas de lectura, cifra bastante elevada al comparar con Chile (30.6%) y el promedio de países OCDE (18.8%). Los resultados en ciencias y en matemáticas son aún más preocupantes. En ciencias, el 54.1% de los estudiantes se ubicó por debajo del nivel 2 (considerado malo) y en matemáticas el 70.4%.
Adicionalmente, el bajo desempeño del 70% de los estudiantes en la prueba de lectura digital Pisa Digital 2011, dejó a Colombia en la posición 16 entre 19 países. Esto puede ser el reflejo de la baja penetración de la informática en las aulas de clase (21 estudiantes/computador observados durante 2010), a pesar de que se ha mejorado considerablemente frente a 2002 (142 alumnos/computador).
Con respecto a las pruebas SABER 2009, los resultados también son mediocres. Sólo el 8% de los estudiantes de quinto grado alcanzó niveles de alto desempeño en matemáticas, el 9% en lenguaje y el 7% en ciencias naturales. Aún más preocupante fueron los resultados de los alumnos de noveno grado: el 4% tuvo un desempeño sobresaliente en matemáticas, 3% en lenguajes y 6% en ciencias naturales.
En la educación superior los indicadores de calidad tampoco mejoran. Las cifras muestran que, en 2011, sólo el 15.9% de los programas de educación universitaria y el 19.7% de las especializaciones tenía acreditación internacional. En la formación técnica profesional, sólo el 1.8% de los programas estaba acreditado, mientras que dicha cifra sólo llegaba al 3.6% a nivel de educación tecnológica. Finalmente, a nivel de maestrías y doctorados impartidos en el país no se registraban acreditaciones internacionales.
En síntesis, pese a que se ha visto una mejoría en el indicador de cobertura, siguen existiendo problemas en el nivel superior de educación y la calidad de todo el sistema educativo sigue presentando deficiencias.
Aquí se debe tener en cuenta que el problema no es de financiación, sino de gestión-incentivos, donde el sector privado debería estar elevando su componente de participación a un ritmo mayor, pero asegurando al mismo tiempo su calidad. En términos de calidad, se debería buscar solución a problemas estructurales como: i) la baja calidad de algunos docentes; ii) el papel que juegan los resultados de las pruebas de calidad en el proceso de graduación de los estudiantes en cada nivel y en los criterios de entrada al mercado laboral; y iii) las dobles jornadas que han permitido la ampliación de la cobertura, pero no el aumento de la calidad.